Cada niño es un tesoro invaluable que nada puede reemplazar y como padres, esto lo sabemos muy bien. Es por eso que queremos darles a nuestros hijos todo lo posible para hacerlos felices.
Es triste saber que existen niños que son víctimas de malos tratos, de violencia familiar o del desamor. Saber que muchos de ellos sufren por no tener a alguien que los quiera, nos provoca una impotencia enorme.
Sabemos que el afecto, la paciencia y el amor, son las mejores cosas que podemos brindarles a nuestros hijos.
La felicidad de un niño, depende de muchos factores que su entorno debe y puede ofrecerle. Todo niño tiene derecho a una familia armoniosa y afectuosa con quien vivir para que le garantice un mejor desarrollo y una vida plena.
¿Y cómo saber que nuestros hijos alcanzan ese estado de plenitud? Cuando un niño se siente feliz, lo manifiesta claramente con simples actitudes, porque su natural inocencia, los hace sinceros y espontáneos.
Un niño feliz sonríe y ríe de manera espontánea. Duerme tranquilo, de manera apasible y come bien. Es curioso, se interesa por todo y tiene confianza en sí mismo.
No tiene problema en relacionarse con los demás y acepta con gusto las salidas escolares o los campamentos de fin de semana. Es lógico que los niños busquen consuelo y protección en sus padres, pero cuando un niño es feliz, difícilmente busque “esconderse” en mamá o papá frente a la menor dificultad.
Estos niños contentos con su vida y su realidad familiar, gustan de ir a la escuela y encontrarse con sus compañeros. Se integran en los grupos durante los recreos y les gusta aprender y tener nuevas experiencias.
Les gusta descubrir, mirar, escuchar, tocar y probar. No permanecen en su zona de confort, sino que quieren correr aventuras y conocer cosas nuevas.
Todo esto, hace que un niño feliz se sienta satisfecho y orgulloso de sí mismo.
También, se divierte inventando juegos y poniendo sus propias reglas. Para eso, usa su creatividad y desarrolla la imaginación, algo que hace trabajar su inteligencia y hace que se exprese con mayor facilidad. Hoy en día, muchos niños viven encerrados en actividades que no les permiten ejercitar la creatividad. Debemos animarlos a que lo hagan.
La responsabilidad de los padres.
Para que nuestros hijos sean felices, debemos ayudarlos a descubrir su fuerza interior, a desarrollar confianza en sí mismos y a fomentar su autoestima. Ese es uno de los mejores regalos que podemos hacerles como padres.
Es importante para un niño saber que sus padres confían en él. Una manera de hacerlo, es darles una tarea y dejar que se tomen el tiempo necesario para hacerla o que pueda empezar varias veces, si los resultados no son los esperados. Cuando lo logre, sentirá que su esfuerzo valió la pena y se sentirá valorizado. ¡Siempre recuérdale que estás orgulloso de él!
Esta también es una buena manera de enseñarle a cultivar la paciencia y la tenacidad, a tolerar sus propios errores y los de los demás. A veces, los niños se frustran cuando no logran su objetivo al primer intento… ¡No pasa nada! Todos nos equivocamos las primeras veces, hasta que por fin lo hacemos bien. Ahí debemos estar los padres animando y apoyando y explicando que a veces las cosas no salen bien al primer intento. Es por eso que siempre debemos hablar de intento o prueba y nunca de fracaso.
Este es un punto importante, porque la palabra fracaso, está ligada a sentimientos negativos que pueden quedar arraigados para siempre en el corazón de nuestros niños. Todo es experiencia y las experiencias son formas de aprender.
Los padres estamos para guiar, para animar, para corregir y para apoyar. La mejor herencia nunca es material, sino el amor que les brindamos y la confianza que generamos en ellos.
Y nunca olvides que para un niño, sus padres son su espejo, su punto de referencia y que todo lo que digas o hagas, lo incorporará como la verdad más grande del mundo, de modo que para que ellos sean felices, tú también debes serlo.
¿Cómo interpretas que un niño es feliz? ¿Qué te parecieron estos consejos? ¡No dejes de compartir!
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