Sabías que la ayuda médica inmediata es sumamente esencial para limitar los daños cerebrales, a menudo devastadores, de los pacientes que sufren un ictus, también conocido como apoplejía.
Esta intervención puede, de hecho, marcar la diferencia entre tener una lesión cerebral leve o una discapacidad grave o incluso la muerte.
Sin embargo, la mayoría de las personas que sufren esta afección no identifican lo que está ocurriendo en el momento del ictus y dejan de buscar ayuda incluso varias horas después de los primeros síntomas.
Los pacientes suelen minimizar estos síntomas, creyendo que son temporales y que desaparecerán. Pero tras unos minutos en los que se interrumpe la circulación de la sangre en el cerebro, las células comienzan a morir.
Síntomas de alarma
Síntomas más comúnes de un ictus es la debilidad repentina de la cara, el brazo o la pierna, casi siempre en un lado del cuerpo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según el Servicio de Salud Pública del Reino Unido (NHS), se debe llamar inmediatamente a los servicios de emergencia si se observa alguno de los siguientes síntomas:
Parálisis en la cara: Una parte de la cara puede parecer “colgada”. El paciente puede no sonreír, o la boca y los ojos pueden parecer flácidos.
Debilidad en los brazos: Una persona que sufre un ictus puede no ser capaz de levantar ambos brazos y mantenerlos suspendidos. Puede, por ejemplo, sentirse débil al levantar un vaso. Otra señal de alarma es el entumecimiento del brazo.
Dificultad para hablar: El paciente puede notar su lentitud al hablar, pronunciar mal sus palabras o decir cosas confusas e incoherentes. Algunas personas pueden llegar a ser totalmente incapaces de hablar a pesar de estar despiertas.
¿Qué ocurre durante un ictus?
Como todos los órganos, para funcionar correctamente, el cerebro necesita el oxígeno y los nutrientes que transporta la sangre. El ictus se produce cuando se interrumpe este flujo sanguíneo.
Esto puede ocurrir debido a un coágulo que bloquea el paso de la sangre o a la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro.
El Servicio Nacional de Salud calcula que una de cada cuatro personas que sufre un ictus muere, y las que sobreviven suelen sufrir graves problemas a largo plazo como consecuencia del daño cerebral.
Las personas mayores tienen un mayor riesgo de sufrir un ictus, aunque pueden producirse a cualquier edad, incluso entre los niños.
Pero según la doctora y presentadora de la BBC Saleyha Ahsan, la probabilidad de sufrir un ictus se duplica cada década a partir de los 55 años.
Las Principales recomendaciones
Ahsan también recomienda controlar el ritmo de los latidos del corazón por minuto.
La fibrilación auricular, un trastorno del ritmo cardíaco que genera latidos irregulares, puede multiplicar por cinco el riesgo de ictus.
Además, es importante estar atento y buscar ayuda médica si se produce un mini-accidente cerebrovascular, conocido en medicina como accidente isquémico transitorio (AIT).
En este caso, los síntomas son los mismos, pero temporales, y desaparecen antes de 24 horas. A veces pueden durar sólo unos minutos.
Pero ignorarlos es peligroso: según Ahsan, una de cada 12 personas que se somete a una minidermia sufre un ataque importante en menos de una semana.
Muchos expertos advierten que, además de la hipertensión, el colesterol, la diabetes y la fibrilación auricular, hay otros factores que aumentan el riesgo de sufrir un ictus, como el tabaquismo, la obesidad, la falta de actividad física y la mala alimentación.
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